Cada vez más personas llegan al coaching sin saber cómo tomar decisiones difíciles.
Y no, no hablo del típico “¿renuncio o no renuncio?”.
Me refiero a esas decisiones enredadas que mezclan emoción, miedo, razón y cansancio en varias facetas de la vida.
“No sé si quiero dejar mi trabajo.”
“No sé por qué quiero dejarlo.”
“Y si lo dejo, no sé qué quiero hacer después.”
A eso yo las llamo decisiones compuestas: elecciones donde tu cabeza, tu corazón y tu cuenta bancaria discuten en tres idiomas distintos.

El mito de la decisión perfecta
En 2020, tuve que aprender por mí misma cómo tomar una decisión muuuy difícil.
En aquella época, yo vivía en Alemania, y en plena pandemia me salió la oportunidad de irme a México. ¿Me quedo me voy?
Había motivos personales, laborales y emocionales. Ninguna opción era ideal.
Quedarme significaba estabilidad y seguridad.
Irme implicaba riesgo, incertidumbre y, posiblemente, arrepentimiento.
Como buena sobrepensadora, esperé a que llegara la claridad mental antes de decidir.
Spoiler: la claridad no llegó.
Hasta que entendí algo obvio pero liberador: no existe la decisión perfecta.
Solo existen las decisiones que te mueven y las que te paralizan.
Y quedarse esperando una señal también es decidir, solo que duele más. Es como quitarse una tirita de golpe o ir tirando poco a poco, sientiendo cómo se van arrancando pelos de uno a uno… ¡Mmmm qué rico!
Por qué es tan difícil tomar decisiones difíciles
Uno de los mayores obstáculos para aprender cómo tomar decisiones difíciles es el miedo a perder algo. Normalmente es algo que no importa bastante, auqnue no nos demos cuenta o no sepamos identificarlo en ese momento.
Ese miedo se disfraza de prudencia, de responsabilidad, de “todavía no es el momento”.
Pero en el fondo, es miedo a cerrar puertas.
Cada elección implica una renuncia.
Y, aunque no nos guste, decidir es perder algo para poder ganar otra cosa.
Decidir también es una forma de decir: esto soy yo, hoy.
La claridad no llega antes, llega después

En coaching lo repito siempre: la claridad no se piensa, se camina.
No llega por meditarlo diez veces, sino por moverte aunque no sepas hacia dónde.
Si estás esperando a tener todas las respuestas antes de actuar, lo único que estás haciendo es postergar tu vida.
El movimiento trae perspectiva.
La quietud solo alimenta la ansiedad.
Aprender cómo tomar decisiones difíciles es, en el fondo, aprender a avanzar sin garantías.
Cómo el coaching puede ayudarte a tomar decisiones difíciles con confianza
No existe una fórmula mágica, pero el coaching te ayuda a identificar qué hay detrás de tu bloqueo: miedo, culpa, duda o exceso de perfeccionismo.
Te enseña a decidir desde la conciencia, no desde el impulso.
A confiar más en ti que en tus miedos.
Tomar decisiones no siempre trae paz inmediata, pero sí dirección.
Y avanzar, incluso con dudas, sigue siendo más honesto que quedarse esperando la señal perfecta.
¿Estás frente a una decisión difícil?
Aprender cómo tomar decisiones difíciles no se trata de elegir rápido, sino de elegir desde ti.
El coaching puede ayudarte a encontrar claridad a través de la acción, no de la parálisis.

