Nunca pensé que acabaría emprendiendo. No vengo de una familia de emprendedores y, siendo de España, siempre vi el emprendimiento como un lujo caro e incierto. Migrar a México hizo tambalear muchos de mis pilares, pero tras casi cinco años aquí empecé a ver que crear algo propio no solo era posible, sino necesario.
Siempre había creído que lo más difícil sería la parte económica. Hoy sé que, en mi caso, lo más duro ha sido otra cosa: aprender a tener la piel bien curtida frente a las opiniones no pedidas, a la ligereza con la que la gente clasifica a los demás, y a la dificultad de hacerte ver en un mercado donde hay absolutamente de todo.
Crear mi taller para mujeres expatriadas ha sido un viaje en sí mismo. Lo que no esperaba era que el primer campo de batalla no fuera la logística, ni el contenido, ni siquiera el marketing… sino los comentarios de desconocidos en Facebook y otros medios sociales.
“todas las mujeres expatriadas se aburren y engañan a sus maridos”
En algunos grupos me topé con mensajes que rozaban lo hostil. Algunos decían cosas como: “si tan mal estás, regrésate a tu país de colonizadores”. Otros se burlaban con frases del tipo: “esto parece pura basura, pero cuéntame más de esta mierda”. Y también aparecieron juicios estereotipados sobre las mujeres expatriadas: “todas se aburren y engañan a sus maridos” o “los expats siempre pueden regresar”.

El primer tipo de mensajes me dejó con ganas de llorar y de cancelar todo. El segundo me hizo hervir de rabia, porque habla de nosotras con una ligereza cruel, como si todas encajáramos en la misma casilla. (Por cierto: no, no todas engañan, ni todas pueden “regresar” así como así. A menos que se trate el divorcio como un trámite exprés, la realidad es bastante más complicada).
Pero también hubo otro tipo de voces. Mujeres que agradecieron que existiera un espacio así, que reconocieron su utilidad, que compartieron la necesidad de hablar de identidad, comunidad, propósito y salud mental en medio de una vida lejos de casa. Ellas fueron el recordatorio de por qué empecé este proyecto.
Y cuando estaba más bajoneada, a punto de tirar la toalla, aparecieron personas que creyeron en mí y no me dejaron rendirme. Gracias a Joss y a su club de accountability, que con su empuje y confianza me obligaron (para bien) a seguir adelante. Esa red de apoyo fue tan importante como los mensajes positivos de desconocidas: me devolvió la seguridad de que este taller tenía sentido.
Y esa es la razón por la que seguí adelante.
Moraleja
Siempre habrá gente que opina sin saber, que escribe desde la amargura o que necesita rebajar a los demás para sostenerse. No les des ese poder. Si lo que haces te apasiona y aporta valor, escucha las críticas constructivas, pero no permitas que la bilis ajena te desvíe del camino. Las voces negativas hacen ruido, pero no definen tu propósito.
